- Agustina Berardozzi
8M: DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Nosotras volvemos a marchar para que esto no vaya pa’trás.

Otro 8 de marzo nos convoca. Una nueva oportunidad de exigir, luchar y repensar conjuntamente. Las mujeres recorrimos un largo camino en la historia y sorteamos muchísimas batallas, conquistamos derechos y nos plantamos ante la opresión patriarcal que tanto daño nos hizo y nos hace.
En cuanto a nuestro rol como trabajadoras, históricamente hemos sido las encargadas de las tareas domésticas y de cuidado: la mujer se encargaba de cuidar a sus hijes, cocinar, limpiar y esperar a que su marido llegue de trabajar. Cabe destacar que si bien con el tiempo hemos ganado otros espacios, el estereotipo todavía nos indica que a las tareas domésticas las tenemos que hacer nosotras y no ellos, que nada haga trastabillar su virilidad.
Silvia Gerbaldo, sobre el trabajo femenino, explica que “la mujer aparece en la industria hacia el siglo XIII desempeñando un papel importante a partir del siglo XV, especialmente como hilanderas y tejedoras, como mano de obra barata”. Eran aceptadas para este trabajo mujeres jóvenes y solteras. En general, eran trabajos eventuales y de servicio, como coser, limpiar, ordenar y se prohibía el trabajo nocturno. Si esto te suena es porque la noche se nos sigue negando: la noche es para los varones; si sos una feminidad que se atreve a patearla, ajá, atenete a las consecuencias. Ser mujer también significa poder vivir la mitad de las horas.
La autora, además, recuerda que en el siglo XX las mujeres ganaban “solo el 76% del jornal de los hombres sin cualificación profesional. Se consideraba que las tareas que requerían delicadeza, sumisión, repetición, tolerancia, -todos considerados rasgos “naturales” de las mujeres., se distinguían como femeninas”. Ya en 1914 el 21% de las mujeres trabajaba, es decir, una de cada cinco. Formaban parte del personal doméstico, eran costureras, modistas, tejedoras y trabajadoras agrícolas. Muy pocas eran maestras y profesoras o trabajadoras de fábricas.
Faltarían unos años para que se empezaran a implementar leyes laborales que permitían reglamentar el trabajo femenino, achicar las jornadas laborales, ampliar las licencias por maternidad y se obligaba a las empresas a tener guarderías. Por ese entonces, se determinaría que toda mujer mayor de edad (soltera, divorciada o viuda) tiene capacidad para ejercer todos los derechos y funciones civiles que las leyes reconocen al hombre.
Con el avance de los movimientos feministas y las conquistas, las mujeres accedemos a más educación y mejores trabajos. Sin embargo, las dobles jornadas laborales y la brecha salarial reafirman que la división del trabajo del sistema capitalista, atenta contra la salud de las mujeres.
Maternidades libres y deseadas.
Actualmente la mirada sobre la maternidad ha tomado diversas perspectivas. Sin embargo, las imposiciones del patriarcado han implicado la imagen de la mujer/madre ideal recluida en el hogar y la invisibilización del trabajo doméstico.
En el siglo XIX y principios del XX, los discursos reafirman las ideas sobre la naturaleza maternal femenina, así como también sobre la inferioridad de las mujeres. Mujer y madre pasan a ser sinónimos.
Con el correr de los años es posible ver a las mujeres desestabilizando esta metáfora de la madre doméstica para dar lugar a otras alternativas que vinculan la maternidad con la esfera pública. Por ejemplo, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que reelaboran la figura de madre cuestionando a uno de los pilares de las relaciones de poder entre los géneros (Barrancos, 2008: 152).
Con el avance de los estudios feministas se ha demostrado que este estereotipo madre=mujer no se basa en ninguna esencia, sino que se trata de representaciones reproducidas por la sociedad. El debate sobre el aborto legal, enfocado en la maternidad deseada, abrió otros horizontes y posibilidades. La idea de que toda mujer en algún momento de su vida tiene que maternar, se disolvió. Más bien, se empezó a hablar de que debía ser una elección propia y anhelada.
Una nota realizada por la Fundación Huésped explica que la historia del derecho a la interrupción legal del embarazo en Argentina empieza en 1886 con la sanción del primer Código Penal. “Con la primera reforma del Código en 1903, se establece la primera salvedad: los casos de tentativa de interrupción del embarazo no son punibles”, agrega.
Luego de muchas idas y vueltas, recién en 2020 y más de 100 años después, se aprobó la Ley 27.610 de Acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. Esto permitió un avance importante en materia de derechos para las personas gestantes, evitando caer en la clandestinidad y teniendo la posibilidad de elegir sin ser condenadas.
Somos mujeres y somos científicas.
El ámbito científico no está exento de las desigualdades de género, aunque hasta la actualidad se han producido enormes avances. Una nota publicada en el portal del CONICET aclara que “la presencia femenina en la carrera del Investigador Científico es de más de la mitad (53,8%) de sus miembros”. Y agrega: “Esta proporción equitativa se mantiene en todas las disciplinas donde la representación femenina ronda entre el 40% y el 60% y la proporción de becarias es aún mayor, alcanzando más de dos tercios (68,66%).
Sin embargo, explica que la desigualdad sigue presente. Como indican las cifras anteriores, a medida que se avanza en la carrera, la representación femenina empieza a disminuir. “Ya entre becarias e investigadoras, el porcentaje se reduce en casi 15 puntos. Y a medida que se asciende en la jerarquía dentro de los y las investigadores, la representación femenina decrece”, aseguraron.
Una nota realizada por la Izquierda Diario, explica que según Naciones Unidas, menos del 30 % de les investigadores en todo el mundo son mujeres. “Según datos de la UNESCO (entre 2014 y 2016), en todo el mundo, la matrícula de estudiantes femeninas es particularmente baja en el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC)”, aseguran. Los porcentajes son de un 3% en TIC, mientras que en ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, participan 5%, y en ingeniería, manufactura y construcción, apenas el 8%.
Las mujeres en la ciencia y en muchos otros ámbitos de la vida social y política, han sido invisibilizadas y olvidadas. Nuestra presencia en distintos sectores ha sido cuestionada y negada a lo largo de la historia, a pesar de ello, hoy en día estamos en los medios de comunicación, en las investigaciones, la medicina, la educación y muchos otros ámbitos. La violencia patriarcal desmedida contribuyó a que el movimiento feminista se afiance y crezca cada día más.
Nos siguen matando.
A pesar de las muchas batallas ganadas y los derechos conquistados, las feminidades seguimos siendo asesinadas. Según datos recabados por el Observatorio Ahora Que Si Nos Ven, en 2021 se registraron 256 femicidios. En el 32% de los casos, ocurrieron en el hogar de la víctima y en diciembre se registró 1 cada 36 horas.
Además, se explica que durante ese año, al menos 181 niñes perdieron a sus madres víctimas de femicidios, y en muchos de estos casos en manos de sus propios padres, incluso pudiendo haber sido testigos de las agresiones.
Los femicidios son la expresión máxima de la violencia machista. No solo nos mata un varón violento, nos mata el Estado, las fuerzas de seguridad, los jueces y juezas corruptos. Nos mata una sociedad que mira para el costado y no atiende esta urgencia. Nos están matando.