- Caterina Calcagno
ALGARABÍA
Ruido producido por voces alegres y festivas. Además, el poemario de Catalina.
CATALINA REGGIANI
"Me divierte pensar todo lo que hago como un experimento. Le saca el peso de lo terrible de esperar algo."
Nació en un no tan lejano 1997 en La Plata. Es editora, productora del podcast Lubi, una ferviente lectora y curiosa por naturaleza. El 2021 materializó su primer poemario, Algarabía, una apuesta de Concreto Editorial, y su cabeza, Afri Aspeleiter.
Si ya estás acá, llegá hasta el final de la nota que te dejamos un regalito.

C.C: En el poemario hay algo (mucho) del habitar: lugares, sentimientos, ruidos incluso. ¿Qué te habita a vos mientras escribís?
C.R: No sé qué es lo que me habita a mí cuando escribo. No creo demasiado en las posesiones profundas de la escritura. Creo que si tuviera que imaginar qué es lo que habita en mí cuando escribo, en el sentido de qué me toma, es una profunda alegría. Para mí escribir tiene que ver con poder mirar el mundo, o imaginarlo, y no hay forma de que eso no me parezca una experiencia feliz, aunque lo que veamos (o lo que nos pase con eso) sea aterrador o doloroso. La posibilidad de ver el mundo (con todos los sentidos) me parece una alegría que es un poco la alegría de estar viva.
C.C: ¿Qué onda la producción en un contexto de desidia, de incertidumbre como lo fue el del 2020?
C.R: Fue un poco matador, porque lo que me interesaba a mí era el afuera. Fue un año con poco afuera, con pocos "otros" y eso es medio letal. También me pareció un año difícil para leer, me costó mucho retomar el ritmo. Pero también me parece que llevó a la investigación de otros lugares, a algo así como reacomodar el ojo. O sea, si ver crecer una cebolla de verdeo que pusiste en agua no te parece fascinante es porque no la estás mirando a la distancia correcta. Lo de acomodar el ojo lo pienso no necesariamente a lo chiquito, o sea sí, tiene que ver con mirar de cerca las cosas pequeñas y volverlas grandes, pero también hay algo de mirar a lo enorme y verlo muy muy muy de lejos, hasta que se vuelve chiquito; o muy muy de cerca hasta que se vuelve otra cosa.
C.C: Hay poemas con temáticas muy actuales, el confinamiento entre ellas, que es algo muy puntual y que nunca habíamos vivido colectivamente, ¿sentís que eso repercutió en el lenguaje que usaste? Me refiero a que de pronto tenemos naturalizado un léxico que quizás antes estaba reservado para sectores específicos.
C.R: Creo que no. Pero porque la mayoría de los poemas son previos a la pandemia. Algunos son muy anteriores. Yo estaba en una especie de idilio con mi casa, hacía un par de meses que me había mudado, pero recién tenía el tiempo de verla. Creo que por eso
puede leerse como un poemario pandémico: de repente todos tuvimos tiempo para ver nuestras casas.
Pero también tiene mucha agua el libro, mucho aire libre, mucho auto, me parece.
C.C: Lo pensaba más que nada como la observación minuciosa que se hace de las cosas mundanas, de las cosas quietas, y también a la inversa: desde la quietés, observar cómo se mueve lo de afuera. Hay un poema en particular que me da esa impresión, De la selva de enfrente.
C.R: Sí, ¡re! Pero qué loco, ese poema es justo de pandemia. De cuando volví a mi casa (pasé la cuarentena más estricta en La Plata, en la casa de mis viejos). Me parece interesante qué pasa ahí, creo que la diferencia está en que los poemas de antes miran para adentro desde adentro (el primero por ejemplo, el recorrido por la casa), y ese que es con cuarentena, es mirar el afuera desde adentro. ¿Tiene sentido?
C.C: Me gustaría saber cómo fue la edición: desde el momento en que vos decís "che, tengo esto y puede ser un algo" (lo que sea) hasta que se convierte en algo, tiene un nombre, y ese nombre es tan exacto que parecería que es imposible que tuviese otro.
C.R: ¡Qué lindo lo que decís! El proceso de edición fue alucinante y no hubiera existido, ni hubiese sido tan placentero, sin la magia de Afri. Le ofrecí a ella un montón de poemas que hablaban sobre vivir en lugares y le pareció que ahí había un libro. Desde ahí arrancamos a hablar. Ella hizo un par de lecturas en las que iba marcando cosas en los poemas que le parecía que teníamos que pensar, y lo fuimos conversando. Me mandó a reescribir algunos y eso fue genial. Afri vio en lo que le había mandado esa cosa medio mágica-fantástica con la que andaba coqueteando, le interesó ese universo y me mandó a laburar para ese lado.
Tener una editora que trabaja con cariño, pero con un ojo muy preciso es otro motivo de felicidad enorme.
El nombre, de hecho, también es de ella. Buscamos opciones en poemas del libro y en otros y nada terminaba de funcionar. Teníamos que cerrar porque se nos venían las fechas encima y no teníamos título, hasta que un día llegué a un bar donde nos encontrábamos y me dijo, antes de que me sentara, "Tengo el título de tu libro". Los editores son, siempre que hacen bien su trabajo, gente muy generosa. Es un trabajo de cuidado, lleno de generosidad. Para mí, Afri me regaló un título, además, cuidó el libro mientras se armaba, lo imaginamos juntas, lo puso a conversar con el presente. No me imagino trabajo más generoso. ¡Oda a mi editora!
C.C: También te puso en un lugar a la inversa de tu mundo ¿no? Sos editora...
C.R: Sí, eso estuvo buenísimo. Con Afri nos conocemos de antes y hablamos mucho sobre el oficio y sobre libros, y las dos tenemos ideas muy precisas sobre lo que nos parece un buen libro y un libro malo (no solo desde los textos sino, sobre todo, desde la materialidad), así que en ese sentido me dejé muy en sus manos. Confío mucho en ella y en su mirada sobre ese universo.
C.C: En la presentación de Algarabía en las redes, ella te describió con una lectora muy lúcida, la más, de hecho. Me veo obligada a preguntarte cómo elegís esas lecturas.
C.R: Seguro no soy la lectora más lúcida. Sí soy una lectora caprichosa. No hay mucho criterio a la hora de elegir lo que leo, me divierte esa aventura. Sí tengo algunos géneros en los que no caigo porque me aburren, pero si alguien en quien confío me manda a leer eso, me mando. Me alucinan las librerías, entonces me la paso entrando a cuanta librería me cruce o revolviendo en los parques Centenario y Rivadavia (vivo entre los dos, lo que es un problema para mi economía y para el espacio que hay en mi casa). En general me dejo llevar por lo primero que leo de un libro, por la tapa, por algunas editoriales que adoro, nuevas o viejas. Tengo medio fichadas algunas décadas de editoriales argentinas que en ese momento tuvieron algún editor alucinante, y eso compro medio a ciegas. Escucho qué anda leyendo gente que me interesa como lee, tengo períodos de obsesiones con temas y me entrego a eso.
Me parece muy muy muy divertido todo lo que te puede pasar en el recorrido de encontrarte con libros como para hacerlo de forma ordenada, a veces los temas me llegan y está buenísimo.
Ahora, por ejemplo, vengo de una seguidilla de novelas postapocalípticas. No fue intencional. Aunque me gusta mucho la ciencia ficción, no es una zona de la que sepa demasiado. No me interesa pensar la pandemia como una apocalipsis, de hecho, si lo fuera sería una muy aburrida. Pero me pasó que me compré La tierra permanece en Parque Centenario porque la tapa era hermosa y era una edición de Minotauro; y después me crucé con Kalki, también de Minotauro, en una librería en Santa Teresita y justo había escuchado hablar de Gore Vidal, así que lo compré. Después una amiga me prestó Big Rip de Romero, sin decirme de qué trataba, solo diciendo que lo lea porque me iba a gustar y que teníamos que charlarlo, y arranqué ahora El día de los trífidos porque, cuando conté esto, un editor en el que confío me la recomendó mucho. Me gusta eso, como si el azar configurara las cosas en las que pienso.
C.C: Me hace pensar en la configuración de tu poemario, esto que me decías de lo que pasó con tu casa antes de que se venga para todes en el planeta Tierra, es muy representativo de un momento histórico y es muy loco que no lo concebís como tal.
C.R: Puede ser. Pero es que me interesa más la ficción, en general. El presente, "lo real" es muy genial para vivir y para tener proyectos y todo eso, pero para imaginarse cosas me parece que hay que poner el ojo en otro lado, si no terminás siendo uno de esos comediantes que solo hacen chistes sobre su vida, y en su vida no pasa nada porque lo único que hacen es ser comediantes. La cuarentena, la pandemia, el covid, me parece una situación histórica rarísima, alucinante y aterradora, pero con un presente muy aburrido. Me parece que lo interesante -para bien y para mal- de toda esta situación lo vamos a ver en el futuro. Cómo nos cambió el cerebro, cómo nos cambió la forma en la que nos vinculamos con otros, cómo imaginamos nuestro cuerpo en internet. Este último tema me obsesiona ahora, y me parece que es algo muy de la pandemia y la cuarentena, pero también es no hablar de la pandemia y la cuarentena. Conversar sobre el presente está bueno, conversar sobre la coyuntura es un embole, al menos para mí. Y ahí la literatura en general hace un trabajo maravilloso.
C.C: Hablando de cómo vamos a ver el presente en el futuro ¿sentís que Algarabía va a ser concebido por vos como un experimento?
C.R: No sé en el futuro, pero
me divierte pensar todo lo que hago como un experimento. Le saca el peso de lo terrible de esperar algo.
Así que sí, Algarabía es un poco un experimento. El más evidente: un experimento sobre mirar el mundo con cariño, sobre pensar cómo convivimos con nuestras casas. El privado: cómo se hace un libro, cómo se conversa como una editora, ¡cómo se da una nota! Está bueno, aprendo cosas, ajusto el futuro en base a eso.
De toda la noche conversando
convertimos la avenida en agua.
Las luces de los autos son espuma,
las llantas contra el asfalto nos arrullan
como si estuviéramos viendo el mar más calmo
de la temporada.
No sé qué decirles
que no puedan decir ustedes.
No sé qué espera
el futuro de nosotros.
Pero si puedo hacerles una ofrenda
a ustedes, las divinidades
un poco pavas en las que creo,
les dejo esto:
la sensación de salir de vacaciones,
la promesa de los grandes éxitos,
que después de una tormenta complicada
encuentren siempre
el camino hasta mi casa.
Poema incluido en Algarabía (Concreto Editorial, 2021)