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  • Caterina Calcagno

BIOCACHENGUE / EVITA


I


Eva María Duarte, nuestra Evita, nació en el pueblo bonaerense de Los Toldos el 7 de mayo de 1919, en el seno de una familia encabezada por su madre, Juana Ibarguren. Su padre, político y estanciero, estaba casado con otra mujer y residía con su familia legítima en Chivilcoy, a 130 kilómetros de donde Eva vivía con su madre y sus hermanos. Si la presencia de Juan Duarte es escasa, se esfuma por completo cuando Eva tiene siete años: Juan Duarte muere en un accidente automovilístico, y la realidad de la familia Ibarguren- Duarte cambia, a partir de ese momento se ven obligados a abandonar la estancia donde viven y se enfrentan con una realidad clasista, prejuiciosa y sumamente cruel a la que Eva y sus hermanxs se ven expuestos por ser hijos extramatrimoniales. Muerto Juan Duarte, todo es desprecio y agresividad. Eva crece siendo solitaria y marginada, refugiándose en el cine; en ese micromundo se permite soñar con la popularidad que años después le vendría tantas veces multiplicada. A los 15 años inconsciente y audaz se muda sola a Buenos Aires, en un acto de extrema disrupción: no solo es mujer, es una mujer de clase baja, hija de una costurera. Ya en Buenos Aires, ingresa en la compañía teatral de Eva Franco; si bien no tarda mucho en ampliar su círculo social y conseguir entrar en el mundo de los spots publicitarios, al principio de su carrera apenas ganaba lo suficiente para subsistir. En 1940 logra un papel de poca importancia en la película “La carga de los valientes'', de Adelqui Millar.


En 1943 un golpe militar derroca al presidente Ramón Castillo, y Juan Domingo Perón entra a la escena política principal siendo cabeza de revolución. En enero de 1944 el terremoto que destruye la ciudad de San Juan lleva a Perón, como Secretario de Trabajo y Previsión, a reunirse con distintos artistas para iniciar una campaña de ayuda a los damnificados. En esa reunión conoce a Eva con quien comienza inmediatamente una relación amorosa, vínculo que no está despojado de controversias, sobre todo a ojos de sus compañeros del ejército. Ser actriz tiene, todavia en ese momento, una serie de connotaciones morales que no son bien vistas, ser actriz es sinónimo de prostitución. Así y todo, la carrera de Eva sigue despegando: firma un rentable contrato con Radio Belgrano, en la que además empieza a tener un activo rol político vinculado a la sindicalización de los trabajadores de la radio y del que llega a ser la Secretaria General. En medio de una crisis en la industria cinematográfica, consigue el papel que la transformaría en la Eva que nuestro imaginario colectivo comparte cuando se piensa en ella: rubia y con rodete bajo, como protagonista de “La pródiga” (1945), del director Mario Soffici.


Entre el radioteatro y las películas, finalmente estabiliza su situación económica y compra, en 1942, su propio departamento frente a los estudios de Radio Belgrano, en la calle Posadas del barrio de Recoleta, el mismo donde tres años después compartiría con Juan D. Perón. Ese acto marcó por fin su larga etapa viviendo en pensiones.



II


La fuerza política inminente y la influencia que Eva ejerce en los asuntos de Estado causa desprecio en las fuerzas armadas, y el 13 de octubre de 1945, por intermedio del general Ávalos, exigen la renuncia de Perón, quien inmediatamente obedece y renuncia a sus tres cargos, es arrestado y llevado a la Isla Martín García, siendo liberado cuatro días después, el 17 de octubre, cuando una multitud se reúne en Plaza de Mayo para pedir el regreso de su líder.


El 22 de octubre Eva Duarte y Juan Domingo Perón se casan, mientras el partido laborista de Cipriano Reyes y la Junta Renovadora proclaman la fórmula presidencial Perón- Quijano. Por primera vez en Argentina, la esposa de un candidato lo acompaña en sus giras políticas, pero sobre todo, por primera vez una figura femenina usa sus herramientas para hacer política. Para cuando Perón gana las elecciones de 1946, Eva lleva meses con gran actividad visitando barrios pobres, tratando de resolver sus problemas, e instando a su esposo para que la acompañe y tome contacto con el pueblo. Estas actividades generaban controversia por ser muy distintas a lo que se esperaba de la esposa de un candidato a presidente de la Nación, pero hacer política social es una construcción política propia y del gobierno. Despide el año 1946 repartiendo entre los pobres miles de pan dulces y sidras, y recibe el 1947 con los reyes magos, que traen otros tantos juguetes para los niños. Evita había sentido el hambre y la miseria en su cuerpo, por eso siente al pueblo como cosa propia.


Ese mismo año, en su primera gira internacional independiente, Eva es oficialmente invitada a visitar España, Francia e Italia, que la reciben con honores de primera dama y la tratan como una reina. Su recibimiento en Europa, los rumores de reunión con el Papa y la Reina de Inglaterra, son una bofetada para las damas de la oligarquía e intelectuales feministas que desprecian, no la reconocen como líder, y jamás permiten generar un vínculo cordial que hubiera sido efectista para ambas partes. La mayor crítica y motivo de feliz separación de Eva para con las intelectuales de la época es, claro, la exclusión por parte del movimiento feminista a las mujeres de clases inferiores. Entonces, el dilema trasciende las políticas de género y se postula más bien como una disyuntiva en políticas de clase. Si bien Eva no se reconoce como feminista -hoy podríamos pensar que no se sentía parte del movimiento excluyente de las intelectuales de entonces-, sí tiene una practica feminista en la forma de convocar a las mujeres trabajadoras a organizarse políticamente. El regreso de la gira por Europa la posiciona como alguien que no solo ayuda a los pobres sino como una facilitadora en materia de ampliación de derechos: convierte a la ayuda social en una obligación de Estado. Ese cambio también significa un cambio en la percepción como figura, ya internacional, de Eva Perón: a partir de ese momento, Eva le dio paso a la eterna Evita. En un discurso inmediatamente posterior a la gira dijo “soy una mujer argentina con funciones distintas a las de mi esposo”. Para ese entonces ella ya no pide permiso, ordena. Y sus órdenes son cumplidas sin aplazamientos.


“Las mujeres pueden y deben votar” es la frase que Eva usa para oponerse a los diputados que ponen en duda la capacidad intelectual de las mujeres para afrontar con racionalidad una votación abierta.

Además, cita al presidente de la cámara de diputados y le pide la pronta sanción de los Derechos Cívicos de la Mujer y, con objetivo conseguido, en una Plaza repleta, le habla a ellas, “mujeres de mi patria, recibo en este instante, de manos del gobierno de la Nación, la Ley que consagra nuestro derecho cívico, y la recibo ante vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”. El proyecto político del peronismo no es el primer movimiento en trabajar para que las mujeres participen de las elecciones, pero sí es el primer movimiento que logra impulsar y sancionar la ley para que finalmente se efectúe; las feministas intelectuales se manifiestan abiertamente en contra del proyecto efectuado por el partido justicialista, un proyecto por el que venían luchando pero que ahora despreciaban porque lo concretaba un partido político del que eran oposición. Eva había logrado lo que ellas no: interpelar a las masas. La disputa, nuevamente, era política, y el mayor beneficiario del capricho, el patriarcado: “Esta no es la ley que queríamos. Así, el voto nosotras no lo queremos”. Cuatro años después, en noviembre de 1951, las mujeres emiten el sufragio por primera vez.


En agosto de 1951 Eva, quien ya atravesaba su enfermedad, rechaza la propuesta de la CGT de acompañar en la fórmula presidencial al General, dejando en claro que no renunciaba a la lucha ni al trabajo.

Muere joven, hermosa y poderosa. Muere la magia del movimiento justicialista, muere la líder carismática que marcó para siempre al pueblo. Nace el mito.

Los hacedores de la literatura nacional no fueron ajenos a la figura popular más grande que tuvo el siglo XX, y la evocaron en sus escritos en decenas de oportunidades, escritores en las antípodas ideológicas comparten a Eva. “Esa mujer”(1966) de Rodolfo Walsh es tal vez el cuento con mayor trascendencia, pero no el único: Silvina Ocampo (ferviente antiperonista, movimiento al que le dedicó un poema que no vale la pena nombrar) escribió en 1961 “Visiones”, un cuento publicado en el libro Las invitadas, dando una muestra de que ni a la oligarquía, ni a los detractores más acérrimos les fue indiferente esa mujer. Algo similar sucede con Borges. A la lista se suma el contemporáneo Rodrigo Fresán con “El único privilegiado” y Néstor Perlongher con “Evita vive”, y la lista parece imposible de contabilizar.

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