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  • Caterina Calcagno

EL PEZ QUE TIÑÓ LOS CINCO OCÉANOS

ANTONELLA SALDICCO.


Antonella Saldicco nació en 1986 en Estados Unidos y pasó su adolescencia en Alemania. Es actriz y escritora. Estudió Artes Dramáticas en la Universidad Nacional de las Artes y actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Obtuvo la Beca Theatertreffen Forum Berlín y la Beca Nacional Sagai. En cine protagonizó El vecino alemán (2016) y La muerte no existe y el amor tampoco (2019).


Fotografía: Catalina Bartolomé.

El ritual de leer pierde el entusiasmo que se le adjudica a todo lo que sea ritualizar cuando además de ser un placer, un pasatiempo, es tu trabajo y tu formación. Del ritual pasa a una sistematización necesaria para poder abarcar todo, poder saber todo, leer todo de todos. Parte de la sistematización de mi ritual de lecturas está en navegar y averiguar datos que me puedan ayudar a entender la historia que estoy a punto de leer: Google, Goodreads, Instagram, Twitter forman parte del paseo cibernético para encontrar algún dato como joya bajo el mar. Cuando el libro es una novedad editorial, este paseo es un poco más arduo y deep: los resultados de las búsquedas inevitablemente son más acotados. Si, además, es el primer título de una autora, generalmente aún más.


Cuando emprendí la lectura de Cuál es el pez que tiñe al mar de Antonella Saldicco (2021, Concreto Editorial) me pasó lo contrario, a pesar de ser una novedad de días (y todavía con venta exclusiva en la tienda online de Concreto), en Goodreads ya contaba con decenas de reseñas y calificaciones. Lo leí en dos noches. La tensión que me generó en la primera no se disipó en la segunda, Antonella logra la ambivalencia en la percepción que tenemos de Clara, la protagonista, una actriz que viaja a Kyoto por una residencia teatral: se la lee frágil pero también villana, capaz de llorar hecha una bolita en un futón al otro lado del mundo y dejar plantado a su novio en una ciudad completamente extraña:

“el libro no es un libro sobre Japón, sino un libro sobre un momento particular en un país que podría ser Japón como cualquier otro, porque lo que tiñe el paisaje es el estado emocional en el que se encuentra la protagonista''.

La autora construye un personaje dolido y capaz de hacer doler. Completamente distanciada de su ciudad occidental en pos de conectarse con un algo que nos mantiene en vilo. “Después de viajar a Japón quedé muy conmovida, porque después de haber fantaseado mucho tiempo con el lugar, estar ahí superó mis expectativas, y de hecho me resultó inabarcable. Pero me parece que narrar un lugar tan marciano un poco a tientas, es ser respetuoso de aquello que no se comprende bien, sin sentenciarlo.”

Antonella es, además de escritora, actriz. Nació en Miami, pasó su adolescencia en Alemania. En ese vaivén de idiomas que maneja cómodamente, reparte su trabajo creativo con la docencia y, esporádicamente, el oficio de la traducción del inglés y alemán, idiomas que habla de forma nativa. Cuando, sorprendida, le pregunté por este rol, me respondió que “la narrativa que se construye en común con quienes toman clases no es del todo ajena a mi universo. El alumnado que tengo en las clases de conversación de inglés y alemán son artistas, realizadoras y realizadores de cine, productoras y productores. Las conversaciones giran alrededor de temas en común”. Excepcionalmente tiene alumnxs que pertenecen al campo de profesiones que asocia a cierta dureza y a pesar de eso “terminamos ahondando en temas filosóficos, o con alguna tendencia creativa.

Me gusta mucho el intercambio con personas con universos bien distintos, salir un poco de la endogamia de quienes nos asumimos artistas o somos señalados ‘como’".

Deja ver que el grado de entrega en cada faceta profesional es absoluto, aunque de a momentos un proyecto le ocupe más tiempo o protagonismo que otro, convive su multidisciplinariedad. “A futuro tampoco descarto meterme de lleno en un lenguaje nuevo. Sentir curiosidad es un poco eso. Mantenernos permeable a la impermanencia".


El año pasado, Antonio Villa (artista multidisciplinario que está al frente de la Galería Constitución) la invitó a traducir un poema de Hölderlin para la muestra de Alfredo Frías. Si bien es un trabajo que hace más esporádicamente -y en el que le gustaría ahondar-, fue un proceso de mucho disfrute el seguir las pistas que deja la autora o el autor en su idioma. Se toma de las palabras de Mirta Rosenberg para transmitir lo que siente respecto a este campo: “intentar que la voz de la lengua extraña llegue a ser leída”.


En el cine protagonizó La muerte no existe y el amor tampoco (2019) dirigida por Fernando Salem, en lo que fue una adaptación cinematográfica de Agosto, la novela de Romina Paula, con quien comparte profesiones. Antonella es parte de una camada que vincula íntimamente al mundo del cine y la literatura; mundos que, sobre todo en los últimos años, se ven separados por líneas cada vez más difusas: actrices y realizadoras audiovisuales que también son escritoras como Romina Paula, Jazmín Carballo, Nadine Lifschitz,

“creo que a esta altura ya es un poco antigua la idea de que una persona tenga que definirse en una sola disciplina.

No estoy muy segura de cuál es el punto de encuentro entre la actuación, el cine y la literatura. Creo que son tres universos que están presentes en mi vida desde hace muchos años y que solo por una cuestión de recorrido se fueron haciendo espacio.”


El confinamiento del 2020 lo pasó entre correcciones de Cuál es el pez… y su ciclo de lecturas Leer el tiempo, un evento que nació “durante el verano anterior al estallido del virus en el país, en Soria”. En ese evento -que sería, sin saberlo, el último presencial-, invitó a las escritoras Ana Navajas, Adriana Riva, Tamara Tenenbaum y Jazmín Carballo, “me quedé con esa alegría de haber anfitrionado un evento en el que escritoras contemporáneas leían sus escritos”, y así nació su homónimo virtual, que nos convocó cada mes para escuchar escritoras, poetas y cantautores leer su material, intercambiar experiencias y especialmente hacernos sentir un poco más cerca en la imposibilidad de contacto. “En ningún momento tuve la certeza de que para el resto funcionara, pero para mí, estar sentada en mi casa, en primera fila, escuchando a todas las escritoras y cantautores que pasaron por el ciclo, era un lujo”. Durante el verano, el ciclo se repitió en modo presencial, y si bien la idea de transmitir en vivo desde el celular lo que ocurría en la presencialidad estuvo, poca gente se conectó, “ya no había retinas para otro vivo”.






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