- Caterina Calcagno
HABITAR LA MEMORIA DESDE LA VIRTUALIDAD
Día de la memoria por la verdad y la justicia.
El aniversario número 45 del último golpe de Estado cívico-militar sucede en el medio de una pandemia. No hay marcha pero hay memoria. Memoria porque no es pasado, es presente: faltan nietos, faltan cuerpos, faltan genocidas presos, faltan respuestas y la única forma que tenemos de no dejar que eso caiga en el olvido, es ejercitando el recuerdo: el 24 de Marzo es un día para recordar el genocidio, para recordar que cuando decimos Nunca más, es Nunca Más.

“Incluso uno puede pensar, y con gran convicción, que la madre de Fleje
sí está enterrada en algún lugar de Campo de Mayo. ¿Qué piensa Fleje?
No lo sabemos. A veces piensa una cosa, a veces piensa otra.
Por ahora, corre.”
“Campo de Mayo”, Félix Bruzzone.
Una casa con tres habitaciones en planta baja, un patio enorme con pileta, sauces y perros, siempre perros, Berna, Male, Rodri, Cami, Kira, Bro. Seguramente algunos más que estoy dejando de lado. Si cada perro es una pestaña, los que faltan me quedaron de incógnito. Teros, ovejas y otros animales también nos dejaban tener. Caballos un ratito. Crecí con la libertad de poder elegir casi todo, la mascota que tenía y los libros que leía, los juegos que compraba, los deportes que practicaba. Crecí en una casa donde nunca hubo militancia política, ni partidaria ni ideológica. Crecí en el mal llamado ambiente apolítico. Parte de mi familia se reconoce radical, aunque son todos tan viejos que me imagino que con radicalismo se refieren al gobierno de Alfonsín, cosa que me parece hasta lógica: son personas de más de ochenta años que decidieron quedarse con el juicio a la juntas militares del ‘85 como único hecho político heroico. Es el más, claro, pero sabemos que entre 1985 al 2021 pasó mucha agua debajo del puente.
Más o menos, con un poco de sentido común y conveniencia económica, en mi casa se hablaba de política cuando se acercaban las elecciones, cuando la tele y los diarios te obligaban a hacerlo, porque la agenda lo requería, porque una casa no está aislada y los temas de conversación se eligen de un abanico limitado de posibilidades. También con cada aumento de combustible, de hecho creo que mucho más en la segunda situación. Cuando fui un poco más grande pero todavía sin edad para votar me preguntaban hipotéticamente a quién votaría, yo siempre respondía un nombre, el que le había escuchado decir a mi abuelo. Cuando tuve dieciséis y, aunque no obligada, podía votar, no lo hice. Fui a una primaria pública y a una secundaria católica de gestión privada, la primaria siento que quedó muy lejos y de la secundaria puedo decir con seguridad que había una bajada política fuerte: el colegio era de derecha. Como alumna presencié situaciones que revisadas hoy son, como mínimo, polémicas. Y siendo justa, asquerosas; una situación que tengo muy presente es escuchar a la profesora de historia (y vicedirectora del colegio) decir que no fueron treinta mil, “uno ya es grave”, bajo esa frase se escudaba para dejar claro que no ignoraba el hecho pero sí que menospreciaba la denuncia social, la lucha de los organismos de DD.HH. Hoy entiendo que eso es negacionismo académico y que no se puede permitir en ningún lado, en una institución de ese índole, menos. Porque es un discurso de odio que aún hoy tiene una pregnancia significativa en muchas personas, personas que encima son iguales a nosotres, que no llevan una remera con las esvástica ni símbolos fascistas visibles para evitarlos: compran en el mismo supermercado y hasta pueden ir a la misma facultad. Martín Kohan le explicó a Lopérfido en una entrevista con María O'Donnell, de la forma más clara que yo haya escuchado, por qué son treinta mil: “la cifra de treinta mil no solo es abierta, es abierta en el sentido más fuerte de la noción de una cifra abierta, es una interpelación; al Estado es una exigencia indeclinable de respuesta. No tenemos muertos, tenemos desaparecidos, porque la represión fue clandestina, porque no hubo cuerpos, porque se siguen buscando los cuerpos, porque se siguen buscando los niños apropiados, la cifra está abierta por eso; si el Estado reprimió de manera clandestina e ilegal, y los cuerpos los sustrajo y la información no la dio,
la cifra abierta no es solo que no sabemos, no es que inventamos 30 mil como se dice tontamente, o macabramente: el hecho de no saber es una denuncia en sí misma y una exigencia de respuesta.”
En mi casa, a pesar del ambiente apartidario sí se habló siempre de la última dictadura cívico-militar. Como algo ajeno, como algo que pasó pero lejos y hace mucho, como si le pasara a otras personas que no eran iguales a nosotros, pero nunca como algo liviano o poco grave sino más bien como un relato de terror, con las características que tienen los relatos de terror: dan miedo aunque parezcan imposibles, tienen elementos exagerados y poco realistas. En mi casa me contaban, sobre todo, cómo habían construido una vida en el horror o a pesar del horror, y creo verdaderamente que esa era la percepción que tenían: lejos del centro de Buenos Aires era más sencillo escabullirse. Sospecho que en mi casa se contaba así porque vivir con cuatro hijes con miedo constante no suena muy salubre y era la mejor forma que mis padres encontraban para transmitirnos esa parte de la historia. A pesar de las confusiones que me generaba saber que tengo tíos nacidos entre 1976 y 1983, con los años accedí a cada vez más información que llegaba por curiosidad o por casualidad. Por ejemplo, cuando en el mismo colegio y la misma materia donde la profesora me había intentado hacer entender que decir un número no es importante, en segundo año, nos hicieron exponer libros a modo de examen, la consigna era amplia y abierta, algunos compañerxs eligieron hablar de Lady Di o de Hitler, yo elegí presentar La vergüenza de todos de Pablo Llonto, un libro que encontré en mi casa, donde Llonto relata las maniobras oscurísimas que se llevaron a cabo en el ‘78 en Argentina, el Mundial de fútbol como hito festivo de la dictadura más cruel y sangrienta de la historia del país. En ese momento el libro no significó nada para mí y lo usé porque estaba a mi alcance, hoy lo veo como lo que fue: el primer acercamiento autodidacta al periodo cercano más violento de la historia nacional.

24 de Marzo de 2021.
Este 24 como el 24 pasado no habrá marcha por el contexto epidemiológico global, algunes referentes hicieron saber que fue una decisión muy meditada ya que este año se cumplen 45 años de la última dictadura cívico militar. Si bien se llevarán a cabo algunas acciones descentralizadas, es importante entonces que se agite el acompañamiento desde la redes y los medios digitales:
habitar el reclamo y el acompañamiento a Abuelas desde la realidad virtual.
La expresa invitación que transmitieron es “ejercitar la memoria de manera creativa y a sumarse a las iniciativas que desde los organismos y las organizaciones se vayan proponiendo, para seguir construyendo el #NuncaMás, hoy más que nunca”. Además, proponen este 24 de marzo sembrar 30 mil árboles por nuestres 30 mil compañeres detenides desaparecides y por el futuro; hacer un registro fotográfico y compartir en las redes sociales utilizando los hashtags #PlantamosMemoria #45AñosDelGolpeGenocida #Son30Mil