- Agustina Berardozzi
MALVINAS, UNA GUERRA MEDIATIZADA DESDE ADENTRO.
El 2 de abril de 1982, el Gobierno cívico-militar argentino presidido por Leopoldo Galtieri, inició el desembarco de tropas en las Islas Malvinas, ocupadas por Inglaterra desde 1833. En un intento desesperado por mantenerse en el poder, dió inicio a una guerra que duró 74 días.
Las tapas de los diarios y los medios de comunicación anunciaban que Argentina iba ganando. Los militares daban órdenes a los medios acerca de lo que se tenía que publicar y no se podía cuestionar. Las portadas de revistas y diarios más conocidos, titulaban: “¡Argentinazo! Las Malvinas recuperadas”, “Vimos rendirse a los ingleses”.
Por esos días, cuando se hacían conferencias de prensa, se usaban frases en primera persona del plural. Lo mismo con los medios gráficos. Esta manera de titular generaba un sentimiento de unidad y apoyo entre lxs ciudadanxs. Se puso en juego un mecanismo de propaganda que hacía las bases de una visión triunfalista que el Gobierno militar quería transmitir.
Los medios estatales que participaron fueron Argentina Televisora Estatal (ATC) y Télam. Incluso también quienes no se especializaban en política, como las revistas Gente y Somos; y por supuesto Clarín y La Nación.
El gobierno de Galtieri se repartió los canales de televisión: el 13 lo manejaba la Armada, el 11 los aeronáuticos y el 9 y ATC, el Ejército. Solamente tres periodistas tenían permiso para pisar el suelo malvinense: Diego Pérez Andrade, Carlos García Malod de Télam y Nicolas Kasanzew de ATC.
En el caso de ATC, tuvieron el rol de ser lxs vocerxs oficiales de las Fuerzas Armadas. Los 60 minutos del noticiero los lleva adelante el conductor José Gómez Fuentes, Silvia Fernández Barrios y María Larreta.
“El mismo 2 abril, además de transmitir en vivo el desembarco de las tropas argentinas, emitieron una entrevista a Nicanor Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores, en la que hablaba de “la recuperación” de las Malvinas de manera “pacífica”, explica la Izquierda Diario en una nota.
Fueron muchas las mentiras que se dijeron en televisión y medios gráficos por parte de funcionarios del Estado. Una vez finalizada la guerra, Costa Méndez explicó sin problemas las razones por las cuales mintió: “Mi país estaba en guerra, y si me pedían que dijera que Gardel estaba vivo y eso contribuía al triunfo, yo no tenía ningún inconveniente en decirlo”.
Las revistas pasaron a ser álbumes fotográficos. Los diarios comunicaban el lado político de ese momento, dejando de lado lo más importante: la salud de los soldados y el trato que recibían.
El sitio web Chequeado, menciona en una nota los ejemplos más relevantes de desinformación. El 3 de abril de 1982, “los principales diarios publicaron una foto de 5 soldados con una bandera argentina que flamea, como parte del anuncio de la «recuperación de Malvinas»”. (nunca se como poner esto)
Clarín, aquel día, difundió la imagen con el epígrafe “Soldados reponen la bandera argentina en las Malvinas (Fotografía de la Armada)”. La Nueva Provincia y Diario Popular se sumaron pero La Nación publicó la imagen cinco días después.
Cora Gamarni, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), explica esto en El fotoperiodismo y la guerra de Malvinas: una batalla simbólica, y dice que “en los distintos medios de inmediato se dudó de esa foto. (…) Se repartió impresa en papel fotográfico y fue distribuida a diarios y agencias el mismo 2 de abril”.
A su vez, la doctora asegura que “apenas habían transcurrido horas del desembarco y era imposible que esa imagen hubiese sido enviada desde las islas (...)”.
En cuanto al material audiovisual que se producía, dicen que recorrió varios caminos. Según explica una investigación publicada por Emiliano Suárez Perín para la Revista Viva, no sólo hubo censura y desaparición de videos, sino que además parte de ellos fue comprado por corresponsables extranjero (en el mercado negro).
“Se daba entonces una contradicción: mientras la Junta Militar ejecutaba la censura, por otra vía se comercializaban imágenes que estaban bajo su dominio”, explica Suárez Perín.
Diego Perez Andrade fue uno de los pocos que vivió Malvinas desde adentro y recordó en una entrevista que “periodistas de todo el mundo intentaron ir a las islas, pero nadie podía, porque los militares no querían que hubiera periodismo allí”.
Y además, aseguró: “Los medios escritos tenían prohibiciones expresas, no se podía mencionar ningún hecho de armas donde les fuera mal a las fuerzas argentinas”. Tenían prohibido referirse a las muertes de soldados argentinos y se les exigía no dar cifras ni números exactos sobre ninguna de las operaciones.
Cuando tenían que enviar el material audiovisual desde la isla, los equipos de Télam y de ATC dejaban sus rollos a tripulantes de los aviones que volvían al continente. El material era revisado por oficiales de Inteligencia que decidían qué se podía publicar y qué no. Además, los receptores del material eran custodiados por efectivos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército.
Todos estos ejemplos de imágenes y videos difundidos (y no) por la prensa durante la guerra, demuestran que la circulación de desinformación no es un fenómeno actual. Por aquellos años, fue un arma poderosa para sumarle un plus de credibilidad a las campañas que, generadas por los militares, imponían una verdad “mediatizada” frente a lo que en verdad estaba sucediendo.