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  • Andrés Guaranelli

SALVAJE Y FEDERAL

ES LA "TRILOGÍA DE VARONES" DE SELVA ALMADA
Fotografía: Tomás Kenny

¿Qué es ser un hombre, qué implica serlo? Bajo estas preguntas parecieran desarrollarse las novelas de Selva Almada. ¿Cuántas veces, incluso en contra de nuestros deseos o cuestionándonos por dentro, actuamos para complacer y recrear un estereotipo de persona que la sociedad y la cultura espera de nosotros? Esta pregunta, entonces, nos lleva a analizar hasta qué punto nos desenvolvemos y comportamos bajo el yugo de un mandato patriarcal instalado culturalmente.


La trilogía de varones comienza con El viento que arrasa (2012, Mardulce). La relación entre las obras no está unida por una trama como puede esperarse en una saga de libros (la trilogía podría considerarse como una, sin los elementos formales), sino por temas en común. Así, personajes realistas como el ventajero, el macho que se hace respetar, el grupo de amigos que va a pescar, el evangelista, etc; y los escenarios, sitios bordeados por la naturaleza o por la lejanía respecto a las grandes ciudades en el interior de nuestro país, sirven como disparadores para desnudar problemáticas de familia, de amistad y de sexo.


Una de las características más interesantes es la universalidad de los problemas que aborda Almada: si el conflicto violento entre ex amigos que sucede en Ladrilleros (2013, Mardulce) es en un pequeño pueblo de Entre Ríos, ese pueblo (infierno grande) bien puede pensarse como cualquier pueblo de nuestro territorio nacional, a excepción del dialecto. La escritora propone dramas muy cotidianos, cuestiones de honor, de amistad y de amor en un contexto con cierta autonomía, en lugares recónditos como también lo son un taller mecánico en medio de la ruta (El viento que arrasa) o una isla separada por el Paraná (No es un río), sitios donde valen más los códigos de los hombres que las propias leyes escritas.



El viento que arrasa nos relata un viaje por el Chaco de un reverendo y su hija, y la obligada parada en un taller mecánico en la ruta. Publicada en 2012, es la novela debut de Almada y fue premiada con el First Book Award de Edimburgo. Volviendo a la trama, esta transcurre no durante el viaje sino durante la pausa del mismo. El mundo se reduce a ese lugar, ahí el reverendo Pearson y su hija Leni conocen al Gringo Brauer y a Tapioca. ¿Eso es todo? Eso es todo y aún así alcanza y sobra con este juego de dobles. Los personajes deberán esperar a causa del coche y a causa del clima, y por estas causalidades Pearson y Brauer se disputarán el destino del chico apodado Tapioca. Así, como si fuera una cosa, porque los hombres somos mucho de ver a las personas como objetos, el evangelista cree en el potencial espiritual del chico y en su posibilidad de conocer el mundo y se lo quiere llevar mientras que Brauer, en total desacuerdo por esta posible ruptura de su reinado en medio de la nada, se niega rotundamente. A estos dos adultos no les importa la opinión del pibe en realidad, sino sus propias proyecciones y muestras de poder sobre el mismo y frente a su respectivo oponente: hay dignidades (y/o también supuestas virilidades) en juego. Sin embargo, aunque influenciado, será el pobre Tapioca quien decida al final qué hacer.


La novela que sigue, Ladrilleros, nos habla de la agotadora pose llamada masculinidad en una pequeña comunidad rural. La conocida pelea entre Tamai y Miranda pareciera tener que reproducirse en sus hijos pese a que en un primer momento los chicos se hacen amigos. La novela comienza con un final anunciado: todo desemboca en violencia. De esta manera, iremos conociendo las causas de este desenlace con una construcción de personajes y de cotidianidades increíbles. ¿Por qué dos amigos se pelean a muerte? ¿Acaso es imposible perdonarse? ¿Hasta dónde lleva el rencor heredado? ¿Por qué una determinada orientación sexual es una ofensa al progenitor? Todo esto abarca esta magnífica novela.


Finalmente, No es un río, publicada el año pasado por Random House, comienza con un acto considerado desmesurado para los habitantes de la isla. Tres pescadores forasteros cazan una gran raya, se exceden en los tiros que efectúan para matarla, y lo peor de todo es que no la comen, sino que la devuelven muerta al agua. Esta acción desemboca en la bronca y la sed de venganza por parte de los varones de la isla, “¿Tres tiros? Tres tiros le pegaron. Con uno es suficiente”, comenta Aguirre, uno de los personajes oriundos de la isla. Como dirá Almada en una entrevista a Página 12 “son los varones los que se sienten traicionados”. Así,los habitantes creen que deben hacerse respetar.


Como en las dos obras anteriores, todo es una cuestión de orgullo pisoteado, de confrontación personal, de tener que hacerse respetar, en fin, de masculinidades frágiles por dentro pero que no se noten para el afuera.

La violencia entre los hombres es un tópico en esta trilogía y siempre hay dos bandos bien marcados incapaces de reconciliarse.

La trilogía indaga en la violencia masculina por sobre todas las cosas, así como lo afirma su autora: “Hay algo ahí que tiene que ver con una concepción eminentemente del género masculino, que es agruparse para violentar, agruparse para violar, agruparse para matar, cubrirse las espaldas cuando alguno comete una infracción.” Y esta violencia nos cuestiona, nos pregunta, nos da qué pensar. No somos ajenos a ella, está en nuestra cotidianidad. Entonces nuevamente la pregunta inicial “¿Qué es ser un hombre, qué implica serlo?” debería darnos una respuesta diferente luego de la lectura de estas tres novelas.



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