- Caterina Calcagno
SOBRE LA RAÍZ DE LA ESCRITURA
FAMILIA ETC., LA SEGUNDA NOVELA DE TOMÁS SCHULIAQUER.
Editado por Promesa Editorial, el escritor presenta su segunda novela.

Nos citamos a las doce en Azcuénaga y Las Heras. Tomi dice que ahí hay un café que está bien, llego cinco minutos antes y veo la puerta con una faja que dice clausurado. Le escribo que está clausurado, que lo espero en Pueyrredón. Tomás me pregunta si de verdad está clausurado y no le respondo porque posiblemente me saldría un chiste medio agresivo de los que a él no le dan risa y me parece mejor que no haya ninguna rispidez cinco minutos antes de la entrevista. Pienso en la entrevista que él le hizo a Ferni para escribir Familia etc. y pienso en qué pensaba Tomás cuando faltaban cinco minutos para entrevistar al padre, porque yo estoy nerviosa.
A Tomás lo conocí de casualidad y yo creo mucho en las casualidades. Fue casualidad: vivía cerca del Centro Cultural Recoleta y por eso estaba ahí el día que él leyó en la Bienal de Arte Joven. El cuento hizo alusión a la desaparición de Santiago Maldonado pero me emocionó más el relato que la inclusión del nombre de una persona que buscábamos aún con vida. Apelo al recuerdo del nombre porque quizás él se acuerda de eso mucho más que del relato en sí. Ese día me fui del patio pensando en buscarlo en las redes pero instagram todavía no era un boom y facebook ya estaba bastante obsoleto, encontrarlo me costó un poco más de lo que creo que me costaría hoy. Como él mismo cuenta en Familia etc., su apellido es difícil de rastrear por la procedencia inclasificable: había retenido el nombre común y la dificultad del apellido. Con esos datos lo busqué en el line up para dar con su instagram unos días después.
Pasaron cinco años en los que fundé una revista y Tomi colaboró. También escribió dos novelas, hizo un taller de lectura en pandemia en el que participé, habló mucho de milanesas y muchos etc. Y recién después de todo eso, nos sentamos a recapitular en el café con menos mística de la ciudad de Buenos Aires, Café Martínez.
¿Qué diferencias ves entre el Tomás que escribió Una flor que allá no existe y el que escribió, unos años después, Familia etc.?
Por un lado, cuando escribí Familia yo tenía la intuición de que se iba a publicar, entonces eso al momento de la escritura estaba muy presente. Cuando escribí Una flor me daba más libertad para algunas cosas, sentía que lo que estaba escribiendo era para mí y, aunque no lo haya logrado, intenté alejarme de mí. En Familia etc. al revés, para escribir me hundí en lo que soy. Igual creo que la gran diferencia es que yo había asumido que podía editar, era consciente de que había gente que lo iba a leer, lo que me hizo escribir de otra forma. Seguramente hay muchas cosas que decidí no escribir, un filtro que en Una flor vino mucho después de la escritura inicial.
¿Notás que hay un registro en la voz de los narradores de Una flor y de Familia que son similares?
Me pasa es que yo antes escribía mucho en redes, en Facebook sobre todo, y siento que eso, aunque es más contemporáneo a Una flor, es más cercano a Familia. Siento que una flor tiene un vocabulario muy distinto al que yo suelo usar para escribir cosas más familiares y que Familia etc. es una vuelta a la escritura original mía. Me gusta que haya cosas en común con mi primera novela pero yo no soy tan consciente de eso.
En estos días hubo un par de personas que ya leyeron Familia y tuve algunas observaciones. Una amiga me pasó un podcast sobre el asado y lo que significa en la masculinidad: yo todo el tiempo sabía que estaba escribiendo una escena remasculina pero quizás no había razonado por qué estaba escribiendo eso, por qué escribí sobre mi viejo y no sobre mi vieja.
La forma en la que no usás diálogos por ejemplo.
Eso es algo que por ahora no pienso cambiar. Hay algunas cosas que en algún punto se puedan tornar repetitivas y en próximos textos serán distintas: lo del guion de diálogo, siempre que se escribe en primera persona, a mí me gusta que no esté. En tercera persona es distinto, pero en primera lo siento muy falso, muy forzado. Me gusta esta idea de que hay un narrador que es el que decodifica todo lo que se narra y todo lo que no, lo que se dice y lo que no, y en Familia aparece explícitamente: acá es lo que pienso que me dicen y no lo que me dicen. La falta del guion de diálogo tiene que ver con eso, ponerlo hace parecer que es lo que en verdad se dijo. Personalmente, cuando estoy leyendo, el guion de diálogo me aleja.
Antes, el primer capítulo, que es el más largo además, era casi un solo párrafo y pensé que para los lectores no iba a funcionar. Ahora tiene espacios en blanco y es más amigable, por lo menos a mí como lector me tranquiliza que haya espacios en blanco y es una decisión que tomé cuando fui lector de lo que había escrito. A mi me cuesta estar una hora y media solo leyendo, así que lo siento como un gesto para mí mismo.
¿Antes eras mejor lector?
Sí. No sé si mejor pero era más lector. En dos mil ocho no era mejor lector pero en dos mil dieciocho sí.
¿En pandemia cómo fue?
Identifico a la pandemia como estar enfermo, estar encerrado en tu casa y no poder hacer nada pero sintiéndote bien y cuando estoy encerrado lo que hago es mirar películas, series o escuchar radio.
¿Familia etc. la empezaste a escribir en confinamiento?
Cuando empieza la cuarentena yo estaba en un momento emocional y mental muy frágil y vivo en un monoambiente de veinticinco metros cuadrados, así que me fui a la casa de mis viejos tres semanas. Cuando ya había decidido irme a lo de un amigo que tiene una casa grande, venía hacía un tiempo con la idea de entrevistar a mi viejo pero nunca pensé que lo iba a hacer. Le dije, lo hicimos y lo filmé en Rojas, la casa de mi vida. Esa entrevista dura una hora y media. Nunca la volví a ver. Eso fue en abril y en agosto hablé con Hernán Ronsino, él me dijo que iba a arrancar una clínica de obra, que si tenía ganas me sume, yo no tenía nada y me dijo que me fijara algún cuento y pensé bueno, quizás es eso que a mí me había quedado en la cabeza, la entrevista a mi viejo. Escribí cuatro páginas, Hernán me dijo que estaba bueno pero muy cargado de información, así que de esas cuatro páginas, después de cuatro meses de trabajarlas con él, terminaron en cien. Después la terminé solo, con ayuda de Mica Szyniak.
¿Cuál es tu vínculo con Ronsino?
Lo conocí en la Bienal y de hecho me ayudó mucho a que se publicara Una flor porque publicó un capítulo cuando la novela era inédita en Carapachay, una revista que dirigía con Luciano Guiñazú, que a su vez es el editor de Caterva. Luciano leyó ese capítulo y me pidió la novela. Sin Ronsino no se hubiese publicado Una flor.
Voy a escribir algo absurdo: siento que podemos hacer una línea de vínculos hilvanados por la Bienal. Si esa Bienal no hubiese existido, quizás esta nota no estaría siendo escrita porque Tomás no hubiese publicado Una flor y sin Una flor quizás no hubiese existido Familia etc. pero aún peor, yo nunca lo hubiese conocido, y como si de una efecto mariposa se tratara, ni Cachengue estaría en pie.
¿Te preocupó lo que podía pensar tu familia de Familia etc.?
Sí. Esto que te decía que yo escribí sabiendo que iban a editar. Me importó mucho, por eso también puse el epígrafe de Carrere que dice algo así como que nadie se siente contento con lo que se dice de él en un libro. Como para atajarme.
Le da un poco de dramatismo poner a Carrère en un epígrafe
De vidas ajenas es durísimo, es un libro muy angustiante. A la persona que más leí mientras escribía este libro fue a Carrère y la obra de él me marcó mucho la escritura, por eso me parecía bien ponerla, porque es uno de los pasajes más banales del libro pero a su vez nada banal. En esta cita me interesaba más la escritura de Carrère que el libro en sí.
Es un aviso a tus viejos
Sí. También a mis hermanos, mis cuñadas, aparecen muchos amigos. Todos ficcionalizados pero aparecen con nombres.
¿Cómo delimitaste la historia que elegiste contar?
La gran protagonista del libro es la casa, es Rojas. Me parece que el libro terminó siendo como un collage de diferentes momentos y diferentes espacios,lo pensé así: un espacio físico -Rojas-, después un espacio metafórico -la escritura- y otra vez un espacio físico que es literalmente una quinta en Maschwitz. Me parecía interesante que cada espacio tuviera una forma distinta de ser narrado. Y también creo que son momentos distintos de pandemia.
Sin embargo no es una historia sobre la pandemia
No, tengo publicados algunos cuentos sobre eso en Cachengue y en Trench, en el marco una convocatoria sobre diarios de pandemia. A su vez, en Familia aparecen fechas y para mí que aparezcan fechas siempre es un tema, pero tampoco pretendo que el libro se lea en diez años, mi sensación es que los libros ya no perduran, y la pandemia justifica muchas cosas de las que pasan en el libro, sobre todo que yo vaya a lo de mis viejos. Obvio que hay elementos ficcionalizados porque necesitaba una estructura literaria que funcionara mejor: una rodilla o un pasaporte.
Hay otra velocidad en el ritmo de publicación también
Sí, hay mucha más gente que escribe y publica, también en otras plataformas como facebook, instagram. Cuando yo no publicaba en editorial, escribía en facebook. Capaz escribía una carilla y la gente lo leía, ahora escribís dos mil caracteres en instagram y nadie lo lee. Cuando yo te decía que leo menos, no creo que sea porque tengo menos ganas de leer…
¿Te da miedo que Familia sea catalogada como literatura del yo? Es un tema en disputa.
No, es un tema que está cambiando, sobre todo con los feminismos e incluso con la generación de hijos de desaparecidos que recupera mucho el lugar del yo. Sí pienso que bueno, soy una persona que no tiene ninguna problemática central, ninguna falta de privilegios. Lo que sí me preocupa es cómo escribir otra cosa, ese es el desafío que tengo ahora, creo que esa es la pregunta: cómo dejar de escribir sobre uno.
¿Estás escribiendo ahora?
No. Bueno, sí. Estoy escribiendo una crónica sobre Bosnia y Herzegovina que ojalá se publique. Es un texto extenso de mi viaje a Bosnia, también ficción pero con mucho de crónica.
¿Y cuentos?
Hay posibilidad de publicar pero tengo que trabajar, me di cuenta que hay muchos cuentos que ya no quiero publicar pero ahora no estoy escribiendo.
¿Cuál sentís que es tu zona de comodidad en la escritura?
En general escribo escenas. Lo que me interesa de las novelas es que se puede profundizar las relaciones a partir de escenas puntuales. Me gusta escribir las dos pero siento que las novelas tienen mucha más potencia.
¿Te importa que se lea lo que escribís?
Sí, me importa un montón, me interesa, me gusta saber qué se dice. La primera vez que leí en un ciclo, leí un cuento que se llama “Marilyn” y me di cuenta que la gente se reía. Yo hasta ese momento no me había dado cuenta que era un cuento humorístico, que tampoco lo es, pero sí hay algo en la paranoia del personaje que da risa. Lo que otro lee, define lo que uno escribe. A veces puede ser un limitante grande pero sí me interesa.
¿Quién te gustaría que lea Familia etc.?
El Loco Bielsa y mis sobrinos.
¿Cómo surgió que Monica Zwaig escriba la contratapa?
En la Biblioteca hicimos una muestra de la generación de hijos de desaparecidos en la que leímos Una familia bajo la nieve, y a mí me encantó. Hay algo de su novela que influye mucho en la mía porque la leí mientras la escribía y porque hay mucho de la familia, de los silencios. Monica nace en Francia y se entera por su cuenta que es hija de exiliados. Eso y el humor: cómo te hace reír cuando escribe, en la obra y en el hablar, entonces quería que ella la leyera. Se la mandé, la leyó y aceptó escribir la contratapa.
¿Qué fue lo último que leíste y pensaste que valió perder el tiempo en eso?
Un puente sobre el Drina de Ivo Andric. No tiene nada que ver con lo que escribo pero me encanta, un librazo. Es de un serbio-bosnio-yugoslavo que ganó el Premio Nobel en el 60 o 61 y durante la segunda guerra escribió muy increíble sobre un puente turco construido sobre una ciudad en lo que hoy es el Este de Bosnia, Visegrad, y cuenta la historia del imperio austrohúngaro.
O sea, no escribís lo que te gusta leer…
Hay libros que me gustan mucho y los veo muy lejanos.
¿En qué momento te diste cuenta que ibas a escribir?
Es rarísimo pero es el recuerdo de una tarde que quedé seleccionado en un concurso de una parroquia, 2013 o 2014, al que llegué por la página escritores.org. Era un cuento que se llamaba “Los amigos”, muy machista y zarpado, obtuvo el segundo puesto y cuando fui a buscar el premio, una de las jurado, Liliana Diaz Mindurry, que es una persona que laburaba en el ámbito editorial, me dijo “a mí tu cuento me gustó mucho, nunca iba a ganar acá porque es una parroquia”, ese día fui a comer con mis viejos y pensé que yo iba a ser escritor. Me frustraba mucho cuando escribía y no lo leía nadie más que yo.
¿Tenés miedo a morirte?
Sí, obvio, quién no tiene miedo a morirse.